«Así también vosotros, hermanos míos, habéis muerto a la ley mediante el cuerpo de Cristo, para que seáis de otro, del que resucitó de los muertos, a fin de que llevemos fruto para Dios. Porque mientras estábamos en la carne, las pasiones pecaminosas que eran por la ley obraban en nuestros miembros llevando fruto para muerte. Pero ahora estamos libres de la ley, por haber muerto para aquella en que estábamos sujetos, de modo que sirvamos bajo el régimen nuevo del Espíritu y no bajo el régimen viejo de la letra» (Romanos 7.4–6).
Los que estaban sujetos a la ley veterotestamentaria, llegaron a ser hijos del pacto por nacimiento; nacieron bajo la ley. El pacto era entre ellos y Dios. Si cumplían las condiciones del pacto, ellos prosperarían,
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